Pongo mis ojos en el horizonte y el futuro se me hace muy lejano. Como si este momento fuese eterno, como si mi corazón palpitase muy despacio. Como si el mundo se hubiese detenido justo en este.preciso.momento.
Me acuerdo de Madrid, y un ardor punzante me sube por las yemas de los dedos y me quema cerca del pecho. Cierro los ojos y trago saliva. Mi cabeza repite “miedo.miedo.miedo”. Respiro y alzo la mirada.
La brisa del atardecer mueve las nubes tierra adentro y pronto este lugar estará sumido en la niebla y la penumbra. Y entonces lo veo. Ahi arriba, a tan solo un palmo de mi cuerpo, hay una luz intensa, blanca y poderosa que hace que se me erice el vello de la nuca. Está tan cerca que casi puedo rozarla con la punta de mis pestañas.
Pienso durante unos instantes y levanto la mano hasta sumergirla en este nuevo éxtasis de la claridad.
Siento un calor templado y reconfortante en cada centímetro de mi piel y casi sin darme cuenta, me percato de que he estado conteniendo la respiración. Cierro los ojos.
Tomo aliento y dejo que mis pulmones se llenen de una nueva calma. Los pensamientos negativos desaparecen, el miedo se derrite ante la luminosa belleza de un nuevo sentimiento. De esta nueva paz. Ahora eres fuerte.
Desenlazo mis pestañas y vuelvo a mirar el horizonte, ahora iluminado de forma resplandeciente por la puesta de sol. Lo que parecía un lugar frío y poco acogedor hace tan solo unos segundos ahora es un remanso de tranquilidad. Un pequeño oasis de vida dentro de mi alma. Y nuevas e increíbles posibilidades se abren ante mi.
La voz en mi cabeza ha desaparecido, ahora solo oigo el viento moviendo mi pelo y mi pecho repiqueteando contra la tela de la camiseta. Como si fuese a estallar de emoción, y de alegría. Y de pasión y fuerzas renovadas.
Una nueva letanía suena en mi cabeza, es suave y relajante, como el sonido de unas manos amadas rozando suavemente la piel de tu espalda.
“Ven. Acércate. Ya no hay nada que temer. No habrá más ríos cayendo de tu cara, no más piedras en el alma. Vamos a quebrar los pronombres personales.
Ahora estamos juntos, somos uno. Y el mundo es tan grande y tan maravilloso. Tenemos tanto que explorar. No pierdas ni un segundo. Ven. Acércate”.
Con mis ojos fijados en la línea difusa que separa el mar del cielo, doy un paso al frente. Y un sosiego apacible gobierna mi pecho y derrite mis temores. Me veo a mi misma colmada por este fulgor infinito, por esta incandescencia. Palpito.
Ya está. Eso era todo. Esa era la gran respuesta.
Tantos años preguntándome cuál sería el secreto de la felicidad, cómo encontrar dicha dentro de un corazón marchito, y en un instante he entendido perfectamente su funcionamento. Esto es todo. Dejar que el miedo se derrita. Dejar de presagiar futuros desacogedores. Ningún problema es tan grande como de grande lo percibe mi alma; avivamos nuestro propio desasosiego. Abrete al mundo y deja que el mundo se abra a ti. Interioriza todas las cosas bonitas que tienes alrededor, toda la gente que te ama. La suerte que tienes de estar ahora mismo, aquí y ahora. La suerte que tienes de existir.
Ya está. Eso era todo. Ahora puedo ser feliz.
#Tenerife 17 de Mayo del 2014